El oxímoron del ocaso.

Recuerdas… y unas lágrimas recorren el rostro, un rostro pálido y sin vida, cansando y hastiado de lo que hoy nos rodea. Una realidad superflua que no conduce a nada, excepto a la no rendición del espíritu. Espíritu inquebrantable en la vanguardia, incansable en la búsqueda de la trascendencia hacia lo no-sensible, hacia lo supranatural. Sigues recordando, semblante sereno, el niño bebiendo del pecho y el panadero fabricando un pan que sabe a alegría, otro niño corriendo y el abuelo… sin tener ya la solución para detenerlo.

Si hay algo por defender, eso deben ser las ideas rebeldes.

Alain de Benoist

Para que una vida merezca la pena ser vivida, no puede faltar en ella el hábito del “non conforme”. No todo vale, no todo es susceptible de cambio y si la época lo requiere, no queda otra alternativa que hallar nuestro hogar en el ocaso de los tiempos. La era de piedra, según Ovidio que nos transportará a una era dorada, amén de Hesiodo. Porque si buscamos donde nadie busca, hallaremos donde nadie halla. Luego quizá, si nos quedamos solos, es porque sobraban los demás. Amar lo que, naturalmente, debe ser amado, y apartar, lo que debe ser odiado. Si vanagloriamos a la libertad por amor, legítima es la libertad de odiar.

Odiar a aquellas almas negras, que apagan la luz de una luz por llegar dentro de su vientre haciendo alarde de la miseria humana individualista, materialista y liberal. Dejar morir sin asistencia, al sabio, al anciano, al trovador, al poeta que nunca leyó una lira, portador de rituales eternos y de valores transportados a través de los tiempos más remotos. Los de la generación del sacrificio, como no, han muerto sacrificándose.

Autor: Jesús Bermejo

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