EL ESPACIO CULTURAL, UN UNIVERSO POR DESCUBRIR.

Las manifestaciones culturales de las sociedades contemporáneas son diversas y complejas, como los propios colectivos de las que emergen, y hacerse un hueco entre las mismas no es tarea nada fácil. En cualquier caso, la idea de ocupar exige un estado previo de necesidad cultural y de su posterior extensión, la propia creación. Sin inquietudes resulta difícil poder alcanzar la creación, y sin esta, no existe modo de generar una identidad propia para invadir los espacios establecidos. Esto conduce irremediablemente a Gramsci y a Alain de Benoist en su versión más “actualizada”.

No creo que sea preciso realizar un barrido en profundidad de las diferentes manifestaciones culturales entre las mentes no alienadas, para evidenciar su carácter marginal en lo que al abanico de experiencias manejadas se refiere. Básicamente simplificamos y reducimos la cultura a escritos y a conferencias, mientras que para el resto de expresiones, podría afirmarse el característico “no sabe, no contesta” (*). Conviene recordar que ambas manifestaciones, a pesar de resultar imprescindibles, no son las únicas a nuestro alcance que presentan un enorme interés. Organización de exposiciones, certámenes, talleres y conciertos, programas de radio, creación de cortometrajes, obras de teatro y cómics…, el listado es tan extenso, como limitada su presencia en la órbita del renacimiento europeo. Diversificar, palabra estrella adoptada por el capitalismo, no es una actuación que de antemano tenga que ser rechazada puesto que, en el ámbito cultural, aporta otros puntos de vista.

Las causas de esta situación responden a diferentes factores, pudiendo apuntar únicamente los más sobresalientes: la base teórica es el origen de todo el proceso cultural; preponderancia de las expresiones tradicionales; las nuevas formas de transmisión resultan excesivamente costosas y complejas, siendo preferible focalizar los esfuerzos en las más “seguras”; no existen sujetos y espacios para la creación y tampoco un público receptor y/o capacitado, y así un largo abanico de posibilidades según a quién preguntemos. Aún admitiendo su validez, configurando así una parte del problema existente, es necesario apuntar que estas ideas preconcebidas no pueden resultar un escollo para dar un giro radical a la situación actual si en verdad queremos edificar desde los cimientos un nuevo proyecto cultural. Hace tan solo unas jornadas algunos académicos reflexionaban sobre el peso que la cultura había tenido en los debates de los políticos de cara a las próximas elecciones. La respuesta es clara y nítida: inexistente. Aflorando así otra parte del problema que, irremediablemente, nos afecta directamente a toda la sociedad.

Como ya se ha señalado, alguna mente inquieta podría interrogarse que para qué implicar tantos esfuerzos, con tan pocos medios disponibles, en actividades que se pueden encontrar sin dificultades fuera de nuestro ámbito (restringido). Posiblemente aquí se halle uno de los pensamientos más enquistados y perjudiciales. Solo en el hecho de considerar como accesoria esta necesidad y el dejar la cultura en manos de colectivos que apuntan bien claro, no creo que sea necesario precisar más, demostramos nuestra parquedad y limitado horizonte. En definitiva, dime qué opinas de la cultura y te diré si lo que propones es ‘alternativa’ o prolongación de lo establecido, profundizando así en el “Dime cómo te diviertes y te diré quién eres” planteado por Ortega y Gasset.

Cuando se convoquen y promuevan actividades como las reseñadas líneas más arriba, cuando se discuta de Cultura, cuando la reflexión dirija nuestras actuaciones y no a la inversa, entonces sí estaremos hablando de transformación. Pero no sirve de nada si como excepción, y no como norma, se organizan renovadas actividades culturales una vez durante el curso -en numerosos casos como simple ‘decorado’- y el resto del año, se ignoran. De una vez por todas, hay que quebrar los patrones establecidos que tradicionalmente han condenado al rincón más lóbrego y casposo a la cultura. Solo por las limitadas manifestaciones manejadas hasta la fecha, merece la pena ensayar y abrir brecha en el siglo XXI. De manera especial, cuando tenemos un potencial tan extraordinario que no sabemos aprovechar y exprimir por falta de una dirección -¡cuándo existe!- más preocupada por aparentar, que por ser.

El proceso no será nada fácil y menos aún a gran velocidad, pero es fundamental ofrecer nuevas repuestas. En caso contrario, el “Rey” va desnudo, desnudo de cultura, y ninguno lo reconoce.

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(*) En numerosas ocasiones los nombres de los autores se repiten hasta la saciedad, lo cual nos lleva a plantear otro problema como es el de la continuidad generacional. Este tema daría para otro escrito que dejamos en el tintero. Falta de objetivos, de rigor y de seriedad, reiteración en temas que se han convertido en “vacas sagradas” o “he venido a hablar de mi libro”, etc., delatan el importante problema ante el que nos enfrentamos.

 
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