Primero fue el derribo del monumento a Onésimo Redondo. Ahora le toca el turno al de Colón, obra de 1906 de Antonio Susillo, que según el catedrático Carlos Reyero, el mayor especialista en escultura pública en España, es «uno de los más aparatosos, por la complejidad narrativa y simbólica, de cuantos se concibieron en torno al cambio de siglo». Partiendo de esta reflexión, todo lo que se pueda afirmar resulta casi anecdótico.
Denunciamos esta última vandalización del grupo escultórico de Colón, operada por los mismos protagonistas que presionaron para el derribo del de Onésimo, como denunciamos la del monumento a Núñez de Arce del gran Emiliano Barral en la misma ciudad vallisoletana en 1936 por los que presumían de ser sus antagónicos. Se mire por donde se mire, todos estos derribos y agresiones merman el patrimonio cultural de un pueblo.
En el pensamiento de OHKA no hay espacio para la destrucción de patrimonio y, sea o no de la propiedad intelectual del progresista John C. Sawhill, se asume la máxima que reza que «Una sociedad se define no sólo por lo que crea, también por lo que impide que se destruya».
El Ayuntamiento de Valladolid no puede ser cómplice y debe de exigir responsabilidades al colectivo Yesca, grupúsculo que proclama defender Castilla, pero que vandaliza su propio patrimonio a modo de suicidio teatralizado en diferido.
Atentar contra el patrimonio, primer paso para la barbarie, no puede salir gratis.