Europa a la deriva.

Para poner fin a la semana, el ministro de asuntos exteriores, Josep Borrell, afirmaba en el enésimo debate político-circense, que dada la situación demográfica europea se hace necesaria la inmigración. Controlada y con garantías eso sí, ya se sabe, nunca está de más añadir la típica coletilla, la credibilidad es un factor importante en campaña.

Y nosotros nos preguntamos, ¿es esto ser europeísta o antieuropeo?¿es esto ser capitalista o socialista? Desde nuestro punto de vista, no se puede ser más antieuropeo y más capitalista que Josep Borrell. Por un lado, no propone fomentar la natalidad de europeos autóctonos, sino que da una solución inmediata y fácil, optando por mano de obra barata, en edad de trabajar (que sea en negro o en trabajos poco cualificados no importa) y que en cuanto a derechos laborales, exija los justos. Por otro lado, el ministro Borrell, con su buenismo, solo beneficia al capitalismo más salvaje, aquel que se sirve de las migraciones en masa de mano de obra barata, de esclavos desarraigados, sin lazos de pertenencia y dispuestos a estar hoy aquí y mañana allí. Ciudadanos de un lugar llamado mundo, que decía una canción.

Ante estas ocurrencias, también nos preguntamos si estas palabras están dirigidas por intereses superiores o son solo la brillante teoría salvadora de la demografía europea de un ministro ‘europeísta’ y ‘socialista’. Pero claro, ¿cómo va a decir a los europeos que tengan hijos? Eso sería un acto totalitario, atentaría contra la libertad de elección, y ya de paso, sería un imperativo racista. Es mejor importar a los ‘nuevos europeos’, ya creciditos, y que los hijos, si quieren, los tengan ellos, que alguien tendrá que pagarnos las pensiones, ¿no?

OHKA. Minorías audaces.

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