«La Europa sin orillas podía tener dos sentidos. O la Europa libre retorna a ser un centro de influencia económica, política, intelectual, que propaga su intensa actividad hacia el exterior, sin correr el riesgo del imperialismo. O por el contrario, Europa es invadida. Sin orillas, sufre las fuerzas externas a las cuales no desea ni siquiera resistir.»
— François Perroux, Le Monde, 28-VI-1978.
François Perroux (1903-1987), fue un reconocido economista francés, profesor de la Universidad de Lyon y posteriormente de la Universidad de París y director (desde 1960 hasta 1969) del ‘Institut d’études et de développement économique et social’. En lo concerniente a su obra, destaca particularmente la ‘Teoría de la dominación del mercado’, según la cual la economía actual se caracteriza por la relación entre empresas dominantes y dominadas.
Pues bien, Perroux, antes aún de que se empezasen a producir los primeros pasos hacia la consolidación del libre mercado mundial, en la década de los ’90, ya señalaba las directrices de lo que sería el destino próximo de Europa.
El tan actualmente debatido TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership), no brota del vacío. Es tan solo una fase de un proceso de acuerdos iniciados a finales del siglo XX que tiene el objetivo de crear un inmenso mercado desregularizado, libre de barreras al comercio, entre Europa y Estados Unidos. Se convertiría en el espacio comercial más grande que jamás haya existido, albergando ochocientos millones de consumidores y suponiendo la mitad del PIB mundial.
Europa, como declara Perroux, se ha empeñado en no ser libre, y este tratado transatlántico supone un paso más para llegar a la asfixia mundialista. Sin embargo, Europa no es una fase más del proceso, sino que supone la parte más importante del avance del libre mercado. Ante la amenaza económica que encarnan Rusia y China, como potencias competidoras de los Estados Unidos, Europa juega un papel importantísimo en la ‘partida’. Si Europa muestra su conformidad con el tratado, también se alejará de Rusia y China.
Un ejemplo de las nocivas consecuencias de la firma del TTIP (y de los tratados que van de la mano, como el CETA), puede ser la instauración de un tribunal de arbitraje de las controversias entre Estados e inversores privados. Este mecanismo, que vela por la ‘protección de las inversiones’ (ISDS, Investor State Dispute Settlement), permite a las empresas privadas llevar a los tribunales a los Estados, con el objetivo de obtener una compensación o resarcimiento, por los beneficios que no van a poder obtener dada la legislación interna del país, contraria a alguna característica de la actividad de la empresa.
La conclusión es clara. Europa, antaño timón de la civilización, se ha convertido en un títere de Estados Unidos, de las multinacionales y de su sueño del libre mercado. Una pieza más para finalizar el puzzle de la mundialización. A eso ha quedado relegado el puesto de Europa en nuestros días.
Ante esta gran amenaza y el secretismo con el que se está desarrollando, si se quiere mantener en pie la soberanía de los países, no existe otro camino que decir ¡NO!
NO a la esclavitud de Europa. NO a la esclavitud de los pueblos libres. NO a la explotación masiva y descontrolada de los recursos naturales. NO a la pérdida de derechos laborales y sociales.
1. El 22 de noviembre de 1990, un año después de la caída del muro de Berlín, Estados Unidos y Europa comenzaron lentamente las negociaciones para «promover los principios de la economía de mercado, rechazar el proteccionismo, reforzar y abrir las economías nacionales hacia un sistema de comercio multilateral.»