‹‹Con la mundialización, Europa se encuentra al mismo tiempo marginada y empobrecida. Víctima de los planes de austeridad, Europa debe enfrentarse además al problema de la deslocalización industrial […] Para el capitalismo, se trata de buscar en la inmensa reserva del tercer mundo, una masa de trabajadores mal pagados, con el objetivo de contrarrestar la disminución de la tasa de beneficios. Si los centros de producción se desplazan de zonas con altos niveles salariales a lugares de bajos salarios, resulta un vertido social, que se traduce al mismo tiempo en la desindustrialización, la deflación global de las retribuciones en relación al valor producido, y al fin y al cabo en una disminución del poder adquisitivo. Los gobiernos, privados de la soberanía monetaria y presupuestaria, se adecuan a las huelgas. En cuanto a las disminuciones del precio de cierto tipo de productos, es mejor no hacerse ilusiones. Estas resultan de importaciones masivas provenientes de países que disponen de mano de obra a bajo coste. La mundialización realiza solamente un intercambio entre productos de consumo a precios reducidos y un aumento de desocupación. En otros términos, pone a disposición de los desocupados y de los consumidores en general, productos a precios decrecientes que cada vez son menos capaces de pagar.›› Il Trattato Transatlantico (2015), Alain de Benoist
Alain de Benoist, muy acertadamente, considera que la deslocalización industrial es un problema infravalorado en Europa. Una plástica ilusión con dos vertientes negativas e insolidarias. En primer lugar, mirando hacia Europa, esta deslocalización industrial actúa en detrimento de los tejidos industriales europeos, marginando y asfixiando el empleo en la industria manufacturera y generando desocupación y potenciando más si cabe la dependencia europea de países terceros. Y en segundo lugar, desde una perspectiva social, no se puede hacer la vista gorda ante el aprovechamiento desmedido que algunas multinacionales ejercen sobre las pésimas condiciones laborales que existen en determinados países, que les impulsan a deslocalizar sus centros de producción.
La reducción de costes es un objetivo primordial en toda empresa. Si bien es verdad que ninguna empresa va a tirar piedras sobre su propio tejado, es el Estado quien debe intervenir ante prácticas que se sirvan de las escasas garantías laborales que existen en países en vías dedesarrollo, como pueden ser aquellos del sudeste asiático. Sin embargo, hoy es el Estado quien trata de asegurar que estas prácticas no tengan obstáculos, en pos de la libre competencia, actuando como guardia de la porra del mercado.
Resulta complicado encontrar prendas de ropa u otros artículos de la vida cotidiana, pero se debe realizar un esfuerzo mirando las etiquetas de los productos que se compran y tratando de localizar marcas que opten por fabricar en sus países de origen. No es imposible, los pequeños comercios aún siguen ofreciendo productos con estas características. Gravar de manera especial a empresas europeas que fabriquen sus productos en países con pobres derechos laborales y con mínimas normativas sanitarias y de seguridad, debe ser un punto sobre el que retomar la primacía de la política sobre la economía.
Desde OHKA, animamos a comprar productos nacionales y europeos, con garantías de calidad, detrás de los cuales hay empleados europeos, con mejores condiciones de trabajo que aquellas que sufren los trabajadores de países como China o Vietnam. Por Europa y por la dignidad laboral, por el refortalecimiento industrial europeo y contra la esclavitud.