A distancia de 75 años recordamos la masacre perpetrada contra el pueblo japonés en Hiroshima, y tres días después en Nagasaki. Las miles de muertes civiles derivadas de semejante acto infame y las consecuencias que marcaron varias generaciones tras el lanzamiento de las bombas atómicas, serán por siempre la marca de la vergüenza y el deshonor de aquellos que desde mitad del siglo pasado se empeñan en exportar democracia bárbaramente.